Los culumpios no son noticia,
son simples como un hueso
o como un horizonte,
funcionan con un cuerpo
y su manutención estriba
en una mano de pintura
cada tanto,
cada generación los pinta
de un color distinto
(para realzar su infancia)
pero los deja como son,
no se investigan nuevas formas
de columpios,
no hay competencias de columpios,
no se dan clases de columpio,
nadie se roba los columpios,
la radio no transmite rechinidos
de columpios,
cada generación los pinta
de un color distinto
para acordarse de ellos,
ellos que inician a los niños
en los paréntesis,
en la melancolía,
en la inutilidad de los esfuerzos
para ser distintos,
donde los niños queman
sus reservas de imposible,
sus últimas metamorfosis,
hasta que un día, sin una gota
de humedad, se bajan
del columpio
hacia sí mismos,
hacia su nombre propio
y verdadero, hacia
su muerte todavía lejana.
De la cresta al valle
Textos para olvidar en la banca de un parque
viernes, diciembre 13, 2013
jueves, julio 04, 2013
Olvidar ser
Después de lo que me cuente maría del olvido no volveré a ver los mismos colores, no me darán las seis viendo el crepúsculo ni voltearé a ver la luna menguar, porque habrá algo más interesante en el cielo que buscar las más obvias metáforas.
Me hablará de la mísitca y la dimensión del tiempo; me dirá, por ejemplo, que entre el fango del cielo y el espacio se esconden las ratas, que todo roedor es un intruso de las mitades. Me hará creer en las mixutras y en el pardo de las desgracias. Me hará soplarle al vacío y habitar la nada con mi aliento. Me dirá muchas cosas que no son verdad y que nadie se atreve a decir porque es preferido el voyeurismo que la mentira.
Pero qué importa porque de todos modos fingiré; le diré que me conformo con escupir humo a bocanadas, porque esa es su mejor metáfora: una línea que se agrieta con un soplido, y es que la recuerdo siempre inasible, como el esfuerzo vano de empuñar el aire. Me reclamará más tarde diciéndome que sólo son palabras, pero yo le diré que son las mismas que permiten reducirla a mi erotismo; volverla un silencio que se palpa.
Me hablará de la mísitca y la dimensión del tiempo; me dirá, por ejemplo, que entre el fango del cielo y el espacio se esconden las ratas, que todo roedor es un intruso de las mitades. Me hará creer en las mixutras y en el pardo de las desgracias. Me hará soplarle al vacío y habitar la nada con mi aliento. Me dirá muchas cosas que no son verdad y que nadie se atreve a decir porque es preferido el voyeurismo que la mentira.
Pero qué importa porque de todos modos fingiré; le diré que me conformo con escupir humo a bocanadas, porque esa es su mejor metáfora: una línea que se agrieta con un soplido, y es que la recuerdo siempre inasible, como el esfuerzo vano de empuñar el aire. Me reclamará más tarde diciéndome que sólo son palabras, pero yo le diré que son las mismas que permiten reducirla a mi erotismo; volverla un silencio que se palpa.
Al final del trance, cuando empiece su llanto y la rabia le espume los labios, me obligará a observarla desde lejos mientras se reinventa y se me crispará la vista hasta no haber dado cuenta de su metamorfosis, de sus suplicios convertidos en una prenda de moda.
Entonces me quedaré callado hasta no haber escrito su nombre en minúsculas, hasta que después de un tiempo de pensarla (con el humo) se le olivde existir.
Entonces me quedaré callado hasta no haber escrito su nombre en minúsculas, hasta que después de un tiempo de pensarla (con el humo) se le olivde existir.
jueves, febrero 07, 2013
De cuando G. Romero pensó al hombre
En primer plano resalta un cuerpo mutilado, recién occiso, al que todavía se le hace legible el gesto de espasmo en los ojos. La sangre corre hasta encharcarse y las vísceras, que se le asoman desde el vientre, entran en un rápido proceso de descomposición.
De repente el cuerpo se inmuta y poco a poco recobra la marcha. Muge con los brazos por delante. Anda a rastras con la mirada perdida, con el inconsciente despierto.
Después, en un plano panorámico se alcanza a ver un horizonte atiborrado de otros inhumanos que no hacen otra cosa que amontonarse en la miseria.
viernes, abril 06, 2012
Witch house myself
Nací vetusto
con el llanto vuelco al embeleso
y un ancla soterrado en la agonía
Sereno a veces
en que la lengua se encapricha
y las piernas se arrastran
Recuerdos de arena
enfrascados en el tiempo
sangre pócima y bebediza
Nací necio
con el gesto entre las cejas
sombra que grita en las mañanas
De lo ambiguo,
que delata al gazapo
y lubrica las mentiras
martes, junio 07, 2011
versostrastocados.doc
Un suspiro inerme
se extiende al ultrajo;
tu gracia es una triza
envuelta en hojarasca,
la espera de un absurdo
que se rompe en gotas,
líneas que se escurren
por las paredes
con el pulso de lo ingrato
se extiende al ultrajo;
tu gracia es una triza
envuelta en hojarasca,
la espera de un absurdo
que se rompe en gotas,
líneas que se escurren
por las paredes
con el pulso de lo ingrato
domingo, septiembre 26, 2010
Mi cocina es una ventana
Sueños abortivos
del paladar
se despiertan
como burbujas;
brotan del hervidero
refuego de carcajadas,
ante un suspiro
las dejaciones
recuerdos que hieden
del paladar
se despiertan
como burbujas;
brotan del hervidero
refuego de carcajadas,
ante un suspiro
las dejaciones
recuerdos que hieden
domingo, junio 06, 2010
Asonancia XXIII
Dos cosas
se unen
en lo efímero
Arpegio de lo oportuno,
firman el despecho
con el vaho empañado
en la membrana
Se bañan de lo asible
mueven sus médulas,
atestan los espacios
con imágenes
Rostros que rompen
el calcio en un grito
Hacer lo contable
con las manos,
roer los intersticios
con las uñas
Cosas se engendran,
expulsan el ansia turbia
de la amargura/humedad,
cuerpos huéspedes
dispuestos a morir
con los ojos en blanco
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