martes, marzo 16, 2010

El “thrasher” noventero en el derredor mexicalense: un breve recorrido

Muchos, tal vez de entre los nacidos del 82’ al 88’ vivimos la culminación del thrasher-punkrocker en Mexicali, tendencia del street culture que se venía extendiendo internacionalmente (obvio desde el gabacho) a partir de los noventas tempranos.

Thrasher; definitivamente un “préstamo regionalista” para designar al skater, del cual la revista (titulada de igual forma) tuvo mucho que ver, pues el thrasher en sí no necesariamente es skater, pero sí condensa sus gustos y maneras.

Estética de los spikes oxigenados, los cargo baggy fit, la camiseta estampada por algún simple logo como el de la flama de Spitfire y los tenis-tortas.

Seguramente hubo a quienes esta oleada les pasó por alto, o ya de fregados como un trasfondo difuso del momento, pues los 90’s tardíos tuvieron suficiente ensalce como para que así fuera; las orgías del activismo indigenista, el avasallamiento informático, la “nostalgia de fin de siglo”, el auge de las nuevas drogas y la música electrónica en las generaciones antecesoras son apenas unos ejemplos de las ocupaciones modísiticas del momento.

La música se encontraba en una relación sine qua non (‘sin la cual no’ existiría como tal) con el medio skater. Es por eso que no podemos terminar de hablar solo de un deporte extremo o de un subgénero musical. El punk de la tercera generación había empezado desde finales de los 80’s. El punk rock (género rebautizado como subgénero). El de NOFX, Rancid, Pennywise, Pulley, The Bouncing Souls, Union 13, Bad Religion y todo lo que cupiera en un cassete virgen a la vez que la recopilación del Punk ‘Orama diera en visto bueno. Festivales musicales como el Warped tour forjaron el carácter multidisciplinario de estos eventos: bandas musicales y exhibiciones skater-roller-biker. Vans, desde bastante tiempo antes omnipresente, sigue presidiendo el auspicio de esta gira.

Las bandas locales jugaron su papel; escuchar “no te dejes caer” de Arsenal (una de las más punkrockeras) cuando los barros y la primera depresión de primaria-secundaria llegaba con aplomo, No hay orden, Barrabrava y otros que con el Oi! definitivamente denotaban en otro estilo la condición obrerodemaquila de la ciudad, los “toquines” de Donnie Brasco, Chelsea, Uno Menos, Kaffig Zutch, entre un chingo más.

La llegada del Yahoo! skatepark fue como un pequeño parque de diversiones al que de principio dio tremendo gusto ir y después despedir. Otros “spots” de costumbre eran “la fábrica”, el PRI y El Cívico (estos últimos aún vigentes).

Hablar de los 90’s es hablar de la vieja escuela; de la temporalidad de salto tecnológico donde todavía perduraba el formato VHS y la costumbre de sobregrabar cumpleaños y videos domésticos en general con tal de almacenar toda la información posible.

Los videos eran, como siguen siendo para quien practiquen el este deporte, incentivos inigualables; los de la 411 que aún se mantienen al tanto de las primicias del medio, el Fulfill the dream de la Shorty’s o el Storm de la Osiris son ahora clásicos del rubro.

En el caso del skateboarding como en el de otros deportes “urbanos”, la industria estuvo en constante apropiación de los hábitos, sitios y costumbres afines al skater. En otras palabras, esto se vio reflejado en el diseño gráfico que imperó durante los noventas en contraste con los diseños “new ravers” de la década siguiente y no necesariamente porque lo newraver, para los iniciados en los dosmiles, tuviera que ver con el skate, en contraste con lo punk rocker que siempre ha tenido que ver con deportes extremos.

Como skaters del tercer mundo la modalidad street ha predominado en el gusto popular, no por otra cosa que los skateparks habían sido tardíos y apocados (sin contar la legendaria ‘U’ que se ubicó enfrente de la UABC y que a nadie de esta camada nos tocó).

En la jerga empleada ha estado la unidad de medida de la tabla (altura del ollie) ó la del escalón (longitud a desnivel), convenios rotundamente acuñados alrededor de esos años, tomando en cuenta que aracles como el ollie , kickflip y demás artificios no se pusieron en práctica formal si no hasta finales de los 80s, cuando a las patinetas “de pescado” se les añadió el tail y el grip.

En fin, las acrobacias freestyleras de Mullen, los cincuentaytantos escalones de Thomas, el novecientos de Hawk son imágenes que marcaron la época y el rumbo de los nuevos retos en este deporte.

En Mexicali como en la mayoría del mundo esto correría bajo la misma dinámica de cualquier moda: pasar a ser de novedoso a insignificante, y muchos sustituyeron ese interés por el hip hop o por el indie rock, y los demás simplemente lo dejaron junto con toda tendencia hacia una corriente cultural de este tipo. La razón, sugerentemente, por la que vimos desvanecer casi por completo al thrasher-punkrocker es porque (por fortuna o desgracia) la forma de adoptar los diferentes subgéneros músico-culturales en la ciudad nunca han sido de corte permanente como en algunos lugares (acotación probablemente despreciable porque son ciudades con diferentes características las que tienden a resguardar, aunque sea en rezago, a las diferentes corrientes culturales que hemos visto perecer).